Querida lluvia
- Andrea Fernández Cantero
- 16 mar 2015
- 2 Min. de lectura
Querida lluvia, gracias por calarme hasta los huesos.
Hace ya un tiempo que para mí siempre es primavera y te preguntarás que por qué llevo más de un año viviendo en la misma estación. Verás, es que me he enamorado y cuando te enamoras nada se marchita, no hace frío, no llueve.
Todo parece florecer, hasta las ortigas silvestres son capaces de nacer con flores preciosas. ¿Qué por qué? Porque así es el amor.
En mi otoño no es que se caigan las hojas, no. Vale, se caen, pero ¿sabes qué? Ellas se caen y vuelan y consiguen llegar al río, lo visten de elegancia con sus colores. Entonces, el río se pone contento y las embarca al mundo de los Campos Elíseos. Las hojas se ponen tan contentas que deciden morir para resucitar. Y nacen en otro árbol y aparece la primavera.
En mi invierno no hace frío, ni llueve. O al menos, eso pienso yo. Y te preguntarás que por qué no hace frío. Sus manos me visten de ternura y me aman, consigue que me olvide del frío. Logra que la nieve se derrita porque, es tan cálido su abrazo que llegaría a conseguir derretir el polo norte y el sur también. Y que entre las sábanas todo es primavera e incluso verano. Nos queremos tanto que conseguimos todo lo que nos proponemos.
Y nos proponemos querer. Y dirás qué es eso de querer. Antes de conocerlo yo tampoco sabía lo que era querer, querer de verdad. Un día decidimos poner comienzo a un viaje en montaña rusa en la que siempre subiésemos más y más, hasta llegar al cielo. E incluso, llegar a conocer a todos los dioses de la mitología griega. Y así, hablar con Afrodita y darle gracias de haberlo puesto en mi camino. Porque por mucho que yo te cuente no soy capaz de expresar íntegramente todo lo que siento por él. Fíjate si es fuerte este sentimiento que hemos conseguido viajar a la primavera todos los días.
Y te preguntarás que por qué te agradezco que me calaras. Simplemente, me he dado cuenta de que el tiempo no se ha vuelto loco, de que no todos los días es primavera sino que hemos construido un mundo, nuestro mundo. Un mundo en el que siempre es primavera. Y a pesar de ser primavera, queremos llamarlo “Lluvia” porque tú has conseguido que nos demos cuenta de lo afortunados que somos de habernos conocido.

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